jueves, 25 de diciembre de 2014

Felipe VI: "Pero no se trata solo de economía o de intereses, sino también, y sobre todo, de sentimientos"

Hace poco, Manuel Cruz, catedrático en Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, escribía en El País: "El sentimiento no es la causa indiscutible donde se puede fundar una propuesta política". Añadía además que "hay que reconocer que nada garantiza el acierto" de los sentimientos. Criticaba así la apelación al sentir para justificar toda la vorágine independentista en Cataluña de los últimos meses (o años, o décadas, o siglos).


Precisamente esa idea ha calado en mí desde hace años, desde que de niño intentaba buscar explicación a los asesinatos de ETA o a la Guerra en Bosnia: el nacionalismo basa su teoría siempre en aspectos sentimentales, sobrenaturales, inexplicables por la razón humana, para justificar sus pretensiones separatistas, o de ampliación de competencias, depende del caso. Y justo ayer, en el primer discurso de Nochebuena del Rey Felipe VI ante todos los españoles vía televisión e Internet, el monarca apeló a los sentimientos para perdir respeto y entendimiento mutuo entre españoles y catalanes, como si los segundos no fueran los primeros, por cierto. 

Yo creía que el País suponía el orden racional de una sociedad que pretende vivir en paz y evolucionar, buscando fórmulas organizativas que permitan acercarse a la perfecta distribución de recursos. Dicho de otro modo, el País, con sus instituciones, permite asentar la razón frente a la emoción, dominar o corregir los sentimientos despiadados del Ser Humano para garantizar la supervivencia de la manera más cómoda para él. 

Pero no. Resulta que Artur Mas y Felipe VI coinciden en algo: un País es un sentimiento. 

Acudo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y me encuentro que País es: nación, región, provincia o territorio. 


Nota1: Soy un atrevido. Disculpen todos aquellos que han dedicado y dedican su vida a definir términos tales como Nación, País o Estado. 

Nota2: Tengo la sensación de que nos han hecho creer que el primer discurso de Felipe VI en Nochebuena era "muy esperado". ¿Realmente lo era? ¿Se imaginan el share de un discurso de Pablo Iglesias en Navidad? A las bromas del Whatsapp, índice que mide "los sentimientos" de los españoles, más - no sé si mejor - que el CIS, me remito. 


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