Vuelven
los formatos televisivos con niños como protagonistas. Me refiero al original Masterchef junior (TVE), cuyo casting
está casi cerrado. O La Voz Kids (Telecinco),
del que no se sabe demasiado. Vuelven los más pequeños de la casa a dominar el
prime time de las cadenas españolas. Y con estos dos programas, pasan por mi
cabeza momentos vividos, recuerdos de mi infancia en la que opté a niño
prodigio de la televisión sin lograrlo. Y me ha apetecido explicarlo en este
blog que me ha devuelto las ganas de escribir.
De José
H. Chela, columnista fallecido del periódico El Día, recuerdo el sabor de sus
textos. Y la moral periodística hecha palabra. Un día escribió que a nadie le
importa lo que le pasa día a día a un redactor. El periodista, decía, debía
escribir sobre otras historias. Y buscar el interés general. He cumplido a
rajatabla esta visión. Pero hoy, que me perdone el lector, no lo voy a hacer.
Hoy me toca algo, poco pero algo, de autobiografía.
Resulta
que a mí un día, por si no lo saben, se me ocurrió ir al programa Menudas Estrellas, el formato buscatalentos infantil producido por Gestmusic,
emitido por Antena 3 y presentado por Bertín Osborne. Después de descubrir entre
los seis y diez años que tenía la suficiente memoria como para interpretar canciones,
medio en broma, decidí con el permiso risueño de mi madre, llamar al
contestador del programa. Una voz grabada me pedía mis datos personales y el nombre
del artista al que quería imitar. Ni idea. Me quedé en blanco. En una repisa de
mi casa pude ver una cinta de un “tal” Nino Bravo. No me corté ni un pelo. ¿Artista
a imitar? Venga, vale: Nino Bravo.
Ahí
quedó todo. Meses después, tras pasar un domingo fuera de casa, llego al
teléfono fijo y compruebo que tengo un mensaje en el contestador. Me ofrecían
la posibilidad de viajar a Gran Canaria a realizar un casting para el programa
Menudas Estrellas. Ni me lo creí. Mis padres se quedaron como paralizados. Pero
accedieron. Mi madre y yo viajamos por primera vez a Las Palmas. Tuve que
aprenderme en pocos días algunas canciones de Nino Bravo. Y las interpreté en
un salón de hotel frente a una cámara y una chica simpática que me animaba a sonreír.
Semanas
después volví a otro casting. Y un mes después… ¡Sorpresa! ¿Miguel Ángel Reyes?
Has sido seleccionado para participar en el programa Menudas Estrellas.
Viajé a
Madrid. Canté. E hice amigos. Conocí la televisión por dentro y me enamoré de
ella. El jurado me seleccionó y llegué a los cuartos de final del programa.
Volví a cantar. Y acabó el concurso para mí. Pero tras él, con su emisión, la
gente me quería, me besaba por la calle… Los niños me llamaban “América”, tema
que interpreté sin entender demasiado la profundidad de su letra. Y me abrió
las puertas para conocer, también por dentro, el mundo de las televisiones
locales canarias.
Me ofrecieron,
con 11 años, cantar para hacer ganar dinero a mis padres. Ellos, por fortuna,
se negaron y no permitieron que acabaran con mi niñez. Desde entonces, me
preparé de forma teórica en el mundo de la música, a la que debo tanto y tanto.
Hoy,
con estos nuevos formatos de televisión, creo que, bien llevados y orientados,
pueden ser una oportunidad para que los niños vivan grandes experiencias. Pero,
¡cuidado! El dinerito duele. Mata ilusiones. Arrebata seguridad en uno mismo. Y
obliga a sonreír cuando por dentro un niño solo quiere llorar.
Niños
en la tele, sí. Pero lo justo y bien cuidados.
NOTA:
PERDONEN USTEDES SI MI HISTORIA LES HA PARECIDO ABURRIDA.
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