Al final el conjunto de los españoles es más inteligente que los más gritan, que los más se manifiestan, que los que más se defienden. Al final, el conjunto de los españoles tomó la mejor de las decisiones: no votar cambio, sí votar transformación.
Los españoles premiaron a los emergentes, a los llamados "de la nueva política". Han hecho que aquellos que han puesto en tela de juicio las corruptelas y la injusticia social (Ciudadanos y Podemos) tengan un resultado nada desdeñable. Ambas fuerzas entran en el Congreso con amplísima representación. Tendrán una voz muy potente en las Cortes, tanto como la han tenido en las tertulias televisivas.
Claro que los españoles no han querido que tengan el poder necesario como para considerarles "llave". Los votantes han premiado a Ciudadanos y Podemos, pero no los consideran los partidos más adecuados para gobernar España. Tendrán poder, pero no el suficiente como para convertirse en las voces a las que todos querrán arrimarse.
Por eso, no hemos votado cambio. Las rupturas no suelen salir bien. Si PP y PSOE hubieran perdido más fuerza, España no se transformaría: este país cambiaría más radicalmente.
Así que... Es el mejor resultado que podríamos tener: una especie de Congreso transitorio entre lo que fuimos y lo que seremos. Y ahora, todos, desde su sillón de diputado o senador, a trabajar por la nueva España, la que transforma el sistema de la Transición en el sistema del siglo XXI.
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