sábado, 10 de agosto de 2013

Yo defiendo la televisión pública










Desprestigio. Campañas para dañar la imagen que hieren no a un directivo sino a una pieza fundamental de la democracia. Nadar en la superficie de un problema cuando en el fondo existe otro debate con mayor peso. Estimar que lo público desaparecerá desde los balcones de nada más público que las casas políticas. Las televisiones públicas son constantemente insultadas.

En estos tiempos que corren, todo se resume demasiado rápido. Todo se soluciona con la dimisión en bloque de cuantos cargos públicos conocemos. El fin de la crisis acaba por meter en la cárcel a cientos de miles de españoles que se han burlado de alguna manera del Estado. He oído decir: los niños con problemas de corazón tendrían mejor cobertura sanitaria si no existiera la televisión pública.

Leyes de causa-efecto demasiado simples. La crisis nos ha hecho perder el norte. Seamos justos: las televisiones públicas generan interés por la democracia. Hacen, o al menos deben hacer, que los ciudadanos se sientan parte de una comunidad. Y logran en mayor o menor medida, según sus contenidos, que el espectador mejore su calidad de vida.

Seamos justos y además prácticos: una televisión pública puede explicar al ciudadano que no debe hacer ningún tipo de fuego en los días de altas temperaturas para evitar que su pueblo acabe siendo víctima de las llamas. ¿Queda claro? Espero que no, porque no es tan sencillo. Demos un paso más en el razonamiento: no basta con informarle, hay que convencer a ese vecino para que no encienda una hoguera durante la ola de calor. ¿Cómo?

Ni mucho menos haciendo desaparecer las teles públicas. Esas televisiones deben informarle y convencerle con los mejores y más sólidos argumentos. Es la pedagogía mediática (No es tan complicada si se repasa la retórica de la Antigüedad Clásica). Volviendo al ejemplo de la prevención de incendios: sería necesario un reportaje en el informativo en el que se recuerden incendios ya pasados y sus consecuencias motivadas por la imprudencia del ciudadano desinformado, explicación meteorológica para entender  cómo una simple hoguera puede acabar siendo el mayor incendio del verano, balance económico de las campañas de sensibilización contra el fuego…

El médico opera para mejorar la salud del ciudadano. El profesor enseña para que el joven alumno avance en su vida y sus sueños. El carpintero hace sillas para que el vecino se siente cuando esté cansado. Y el periodista informa para que el espectador se sienta para de un todo y ayude en el avance social. La garantía de ello la dan los medios públicos.

Dicho esto, el papel de la televisión pública es necesario. Otra cosa  bien distinta es que critiquemos el modelo de gestión, el uso indebido de sus ondas, los caprichos de algunos de sus directivos…. Pero no destruyamos un bien que nos hace, o podría hacernos, mejores habitantes del lugar en el que vivimos.


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