Voy a empezar diciendo lo que soy: un egoísta. Lo soy porque no me parece demasiado justo que ustedes, amigos lectores, aguanten mis opiniones. Como periodista, me inclino por el interés común, pero hoy necesito escribir este texto. Lo siento, pero espero con estas palabras ordenar algo mi cerebro, mis desgastadas neuronas que no paran de hacerse preguntas.
¿Por qué estoy en paro?
1. ¿Porque de pequeño era un mequetrefe que no pensaba más que en jugar, que no atendía en clase, que era mal compañero, que no terminó de aprenderse el abecedario de memoria, que no le hacía caso a la maestra? Pues no: todo lo contrario. Toda mi infancia asumí que el colegio, la tarea (deberes en "peninsular) debía ser lo más importante. Además de ello, no paraba por las tardes, tragando como una esponja conocimientos musicales, "artísticos" y algo - poco- deportivos.
2. ¿Porque de universitario me dediqué a la "buena vida", porque pasaba un kilo de las asignaturas, porque estudié algo que no me apasionaba para nada, porque no leí ni un solo libro? Tampoco. Asistía a clase sin perder ni un ápice de lo que en ellas se contaba. Nunca desperdicié la oportunidad de disfrutar de charlas o conferencias dedicadas a temas que me ponían los pelos de punto. Leía, leía y leía. Atendía a los profesores como mecanismo para buscar aciertos profesionales. Y, leía, leía y leía. Subrayaba. Estudiaba. Y me dejaba la piel con trabajos extras para obtener matrículas de honor que me permitieran mejores becas y así descargar los hombros de mis padres.
3. ¿Porque como trabajador no he dado la talla? ¿Porque me busco problemas allí donde me han contratado? ¿Porque soy un "antijefes"? Nada más lejos de la realidad. He desperdiciado veranos enteros de juventud, gastando de mi bolsillo mucho dinero, para poder trabajar gratis en varios medios de comunicación en Tenerife. ¿El objetivo? Entablar contacto con la profesión. He disfrutado como un enano retransmitiendo eventos en directo, haciendo crónicas personalísimas. Dejé mi casa para lanzarme a la aventura de la televisión en otra isla (ahora sí, con contrato generoso). Trabajé sin descanso, siempre pendiente del móvil. Pasé los nervios del periodista nuevo. Luego, me lancé a la piscina. Y dije que sí a otro trabajo, en el que las 12 horas diarias no me las quitaba nadie. En el que trabajé sábados, domingos y festivos para lograr la perfección. Luego, vino la comunicación institucional, a la que dediqué horas y horas extras gratis, para evitar la crítica, para ejercer mi profesión con honestidad y contentar a la mayoría, pese a cobrar una tercera parte de otros que hacían la mitad.
Y pese a todo ello, hoy, 27 de mayo de 2015, estoy en paro, al igual que está aquel que dedicó su vida a la fiesta, aquel que nunca quiso saber más que de los métodos más baratos para ganar la felicidad instantánea, aquel que no tiene vocación ni pasión por nada.
¿Por qué estoy en paro?
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