Hoy voy a dedicar este post a Garachico, un municipio tinerfeño que se ha puesto de moda gracias a su forma de vincular la actividad cultural y los festejos populares con el desarrollo económico. Lo están haciendo muy bien, dentro de los límites que el pueblo presenta.
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En este mes de agosto, Garachico ha multiplicado por seis su población en algunos días de fiesta: de 5 mil habitantes que tiene el municipio ha pasado a recibir en algunas jornadas entre 20 y 30 mil personas que quieren disfrutar de espectáculos pirotécnicos y romerías.
¿Qué conlleva ello? Falta de aparcamiento (buscar un sitio libre es posible uno o dos días antes del evento), colas interminables de coches, guaguas a tope, imposibilidad para encontrar una mesa libre en los restaurantes, zonas de baño cerradas al público para garantizar la seguridad, alguna pelea callejera, aceras intransitables por la gran cantidad de viandantes...
¿Cuál es el problema? Garachico. Las quejas por lo descrito en el párrafo anterior nos llevan a pensar que las autoridades no se preparan suficientemente para estos eventos. Pero no es cierto: lo hacen concienzudamente. El problema, insisto, solo tiene un nombre: Garachico. ¿Por qué? Porque tiene una extensión de 30 kilómetros cuadrados y una población de 5 mil habitantes.
El municipio se ve superado por sí mismo. Por eso, temo que si Garachico va a más (crece todavía más el número de personas que lo visitan) pueda acabar borracho de éxito.
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