Sin palabras. Cada vez que me topo con un caso de estas características, en el que se mezcla sexo y menores, me quedo sin palabras. Pero no entremos en eso exactamente: vayamos a un hecho que me resulta llamativo.
Fíjense ahora en los siguientes titulares:
Piden doce años para un profesor de religión por abusar de una niña de tres años (Radio Televisión Canaria)
¿No han notado nada? Yo sí. Pongamos por caso que el profesor, supuesto ser humano detestable, impartiera clases de matemáticas en lugar de religión. ¿Se imaginan? El titular cambiaría: "Acusan a un profesor de matemáticas..." ¿No? Efectivamente: es muy probable que el redactor de los titulares o de la pieza informativa para televisión relegara ese dato a un papel secundario. Es muy llamativo, en este caso, que el profesor sea el encargado de la asignatura de religión. Da la sensación de que irrita más, cuando en realidad no debería ser así.
Al final, tenemos interiorizado que aquellos que están vinculados a la educación religiosa tienden a ser, por ese único motivo, personas extremadamente buenas. Y obviamos que en todo grupo de personas aparecen seres deleznables.
Por eso, reflexionemos. La noticia no es: "Un profesor de religión, acusado de violar a una niña de 3 años". Es un profesor y punto. Y eso ya lo convierte en horrible.
¿Y para qué informar sobre esto? ¿Para qué una televisión tiene que hablar sobre sucesos de estas características? Venga, vale: puede que por morbo. Pero también es una manera de recordar a la sociedad dónde está el bien y dónde está el mal; hacer saber a los telespectadores que el sistema judicial funciona cuando se dan casos de estas características. Es esta noticia también disuasoria: a todo aquel que tenga en mente cometer un delito de estas características debe saber que será perseguido y juzgado, debe saber que su vida será arruinada para siempre.
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